8 oct 2024
Málaga, a 40 grados de creatividad: ¿De dónde sale el branding auténtico?
Hay un misterio que flota en el aire de Málaga. Lo notas cuando das un paseo por la Malagueta o cuando el olor a espetos recién hechos te roba una sonrisa. Es esa mezcla de modernidad y tradición, de calles que han visto siglos pasar y startups que nacen entre las paredes de edificios con historia. Y es que esta ciudad no solo nos da playas y sol, sino un arte de reinventarse que da envidia. Vamos, que si Picasso saliera de la Plaza de la Merced hoy, probablemente tendría su propio logo en un par de semanas.
Y ahí está el quid de la cuestión: ¿Cómo capturar esa esencia malagueña y convertirla en algo que la gente recuerde, ame, y comparta en redes? Porque seamos sinceros, tener un buen producto o servicio ya no es suficiente. Necesitas algo más, un "algo" que hable sin abrir la boca, que cuente tu historia antes de que tú la cuentes.
La gente compra historias, no productos (y Málaga tiene muchas que contar)
Hay una razón por la cual las empresas se pelean por un hueco en el centro histórico o por un rincón con vistas al Mediterráneo. No es solo por la ubicación, es por el relato que se teje entre cada esquina. Es el storytelling que ya está hecho y solo tienes que tomarlo y transformarlo en algo que la gente reconozca. Porque, al final del día, la clave no es decir "somos la mejor empresa de branding" (¿quién quiere leer eso?), sino crear algo que haga que los malagueños y los que vienen de fuera digan: esto tiene alma.
Imagina que tu marca es como una copa de vino moscatel. El packaging puede ser precioso, pero si al abrirla no huele a esas tardes de verano y a los atardeceres que arden en La Alcazaba, la gente no lo volverá a comprar. Y, amigos, eso es lo que hace el branding bien hecho: se mete en la piel. Así, sin permiso. Y cuando una empresa de la ciudad consigue conectar con esa esencia, el resultado es magia. Pura y simple.
Málaga y el arte de no tomarse (demasiado) en serio
Una de las cosas que hacen que esta ciudad funcione tan bien para las marcas es que aquí el marketing no suena a palabras grandilocuentes ni a promesas vacías. Aquí la autenticidad pesa más que las estrategias. La gente quiere algo real, como cuando vas a un chiringuito y el camarero te recomienda la paella con la misma pasión que un chef con estrella Michelin. Porque aquí el branding tiene que ir a la par: sin artificios, sin parecerse a esos discursos corporativos que te hacen bostezar en la primera línea. Aquí las marcas que triunfan son las que saben hablar el idioma local y mezclarse con la sal del mar.
Si eres de los que piensan que el branding es solo cuestión de logos y colores, déjame decirte que no has entendido nada. Branding es cuando la gente te reconoce por la forma en la que cuentas las cosas, por cómo tu diseño les hace sentir que podrían estar en una terraza del Muelle Uno con un cóctel en la mano, aunque estén en su oficina en Berlín. Porque, a fin de cuentas, es fácil enamorarse de esta ciudad, y más fácil aún es enamorarse de una marca que sepa aprovechar esa energía.
¿Y qué nos enseña Málaga sobre crear marcas que se quedan?
Crear una marca aquí es como organizar una noche de feria: lo importante es que la gente se divierta y que, al día siguiente, hable de la experiencia con una sonrisa. No se trata de gritar más fuerte, sino de crear un espacio donde el cliente se sienta como en casa, como si cada detalle hubiera sido pensado para él (o para ella, o para quien sea).
En una ciudad tan ecléctica como Málaga, las marcas que triunfan son aquellas que entienden que aquí la perfección está en los detalles. Que saben que cada esquina, cada rincón y cada guiño visual cuenta. Esas marcas que, como los malagueños, saben disfrutar de los pequeños placeres, pero también miran hacia adelante con ambición. Porque al final, el branding en Málaga no es solo una estrategia: es un reflejo de su gente, de su luz, de su forma de entender la vida.
Hay un misterio que flota en el aire de Málaga. Lo notas cuando das un paseo por la Malagueta o cuando el olor a espetos recién hechos te roba una sonrisa. Es esa mezcla de modernidad y tradición, de calles que han visto siglos pasar y startups que nacen entre las paredes de edificios con historia. Y es que esta ciudad no solo nos da playas y sol, sino un arte de reinventarse que da envidia. Vamos, que si Picasso saliera de la Plaza de la Merced hoy, probablemente tendría su propio logo en un par de semanas.
Y ahí está el quid de la cuestión: ¿Cómo capturar esa esencia malagueña y convertirla en algo que la gente recuerde, ame, y comparta en redes? Porque seamos sinceros, tener un buen producto o servicio ya no es suficiente. Necesitas algo más, un "algo" que hable sin abrir la boca, que cuente tu historia antes de que tú la cuentes.
La gente compra historias, no productos (y Málaga tiene muchas que contar)
Hay una razón por la cual las empresas se pelean por un hueco en el centro histórico o por un rincón con vistas al Mediterráneo. No es solo por la ubicación, es por el relato que se teje entre cada esquina. Es el storytelling que ya está hecho y solo tienes que tomarlo y transformarlo en algo que la gente reconozca. Porque, al final del día, la clave no es decir "somos la mejor empresa de branding" (¿quién quiere leer eso?), sino crear algo que haga que los malagueños y los que vienen de fuera digan: esto tiene alma.
Imagina que tu marca es como una copa de vino moscatel. El packaging puede ser precioso, pero si al abrirla no huele a esas tardes de verano y a los atardeceres que arden en La Alcazaba, la gente no lo volverá a comprar. Y, amigos, eso es lo que hace el branding bien hecho: se mete en la piel. Así, sin permiso. Y cuando una empresa de la ciudad consigue conectar con esa esencia, el resultado es magia. Pura y simple.
Málaga y el arte de no tomarse (demasiado) en serio
Una de las cosas que hacen que esta ciudad funcione tan bien para las marcas es que aquí el marketing no suena a palabras grandilocuentes ni a promesas vacías. Aquí la autenticidad pesa más que las estrategias. La gente quiere algo real, como cuando vas a un chiringuito y el camarero te recomienda la paella con la misma pasión que un chef con estrella Michelin. Porque aquí el branding tiene que ir a la par: sin artificios, sin parecerse a esos discursos corporativos que te hacen bostezar en la primera línea. Aquí las marcas que triunfan son las que saben hablar el idioma local y mezclarse con la sal del mar.
Si eres de los que piensan que el branding es solo cuestión de logos y colores, déjame decirte que no has entendido nada. Branding es cuando la gente te reconoce por la forma en la que cuentas las cosas, por cómo tu diseño les hace sentir que podrían estar en una terraza del Muelle Uno con un cóctel en la mano, aunque estén en su oficina en Berlín. Porque, a fin de cuentas, es fácil enamorarse de esta ciudad, y más fácil aún es enamorarse de una marca que sepa aprovechar esa energía.
¿Y qué nos enseña Málaga sobre crear marcas que se quedan?
Crear una marca aquí es como organizar una noche de feria: lo importante es que la gente se divierta y que, al día siguiente, hable de la experiencia con una sonrisa. No se trata de gritar más fuerte, sino de crear un espacio donde el cliente se sienta como en casa, como si cada detalle hubiera sido pensado para él (o para ella, o para quien sea).
En una ciudad tan ecléctica como Málaga, las marcas que triunfan son aquellas que entienden que aquí la perfección está en los detalles. Que saben que cada esquina, cada rincón y cada guiño visual cuenta. Esas marcas que, como los malagueños, saben disfrutar de los pequeños placeres, pero también miran hacia adelante con ambición. Porque al final, el branding en Málaga no es solo una estrategia: es un reflejo de su gente, de su luz, de su forma de entender la vida.